A lo largo de 4.700 km de costa cientos de barcos naufragados esperan poder contar su historia. ¿Y revelar tesoros? El barco más antiguo en un sitio identificado es el "Hoorn" que había partido en 1615 de Holanda. De los 1.900 naufragios detectados se ha tomado evidencia arqueológica para 20 casos.
Semisumergidos en la orilla u ocultos a distintas profundidades, el Mar Argentino y el Río de la Plata albergan a lo largo de sus 4.700 kilómetros de extensión cientos de barcos naufragados que esperan poder contar su historia de tempestades insalvables y cotidianeidades de otras épocas.
El Programa de Arqueología Subacuática del INAPL (Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano) está confeccionando un listado de embarcaciones hundidas en el Río de la Plata y el Mar Argentino, así como en aguas adyacentes de países vecinos. Hasta ahora el registro dio cuenta de unos 1.900 naufragios producidos desde principios del siglo 16 hasta prácticamente la actualidad.
"Las fuentes de información pueden ser desde registros de la Prefectura, de la Armada, hasta el dato aislado de un pescador que engancha una red en un naufragio. Para nosotros todo vale, después siempre hay tiempo de separar entre datos oficiales y no oficiales, más confiables o menos confiables", explica Dolores Elkin, directora del Programa y presidenta del consejo científico-técnico que asesora a la Unesco en materia de la Convención de Patrimonio Cultural Subacuático.
El propósito de este relevamiento es establecer cuáles de estos naufragios poseen valor arqueológico u otro tipo de interés patrimonial, relevarlo, protegerlo y facilitar su investigación futura. Una vez concluida esta tarea, y habiendo volcado los datos a un mapa, la información será integrada a una base de datos mundial de la UNESCO sobre estos incidentes, como parte de los compromisos asumidos por Argentina a partir de la firma (2001) y posterior ratificación (2010), de la Convención de Protección del Patrimonio Cultural Subacuático.
Según este convenio internacional, conforman el patrimonio cultural subacuático todos los restos de cultura material que están bajo el agua y que poseen más de 100 años de antigüedad, pudiendo también ser designados como patrimonio a sitios más recientes.
El barco más antiguo en integrar la lista de sitios ya identificados, es el "Hoorn", llamado así porque había partido en 1615 junto a otra nave - el Eandracht- de la ciudad holandesa del mismo nombre, con la intención de encontrar un nuevo paso hacia el Océano Pacífico, más al sur del Estrecho de Magallanes. Pero el Hoorn se incendió accidentalmente en la costa santacruceña y no pudo completar la travesía que sería coronada con el descubrimiento del Cabo de Hornos por parte de la otra embarcación.
"En las costas de la Ría Deseado se hallaron numerosas evidencias del incendio y destrucción de la Hoorn. Piedras de lastre, fragmentos de plomo fundido, carbón, semillas, clavos y fragmentos de cerámica", sostuvo Cristian Murray, investigador del PROAS y co-director del Proyecto Hoorn junto con Damián Vainstub y el arqueólogo holandés Martijn Manders.
Dos son las zonas críticas en cuanto a densidad de naufragios: los bajos del Río de la Plata - donde se localizan 1200 del total de los hundimientos- y el extremo austral de la Patagonia
En aguas patagónicas, los fenómenos climáticos y geográficos explican la mayoría de los naufragios. "La ruta del Cabo de Hornos, que implicaba la vuelta del Atlántico hacia el Pacífico, era una zona particularmente peligrosa para la navegación: vientos muy fuertes, costas rocosas, aguas tempestuosas, islotes que a veces están ocultos por el agua", describió Elkin.
En el Río de la Plata entran a tallar también otros factores, como el intenso tráfico. "Aquí numerosos naufragios ocurrieron debido al intenso tráfico de embarcaciones y a las difíciles condiciones que a menudo presenta el estuario para la navegación. Desde los primeros viajes europeos de exploración, a principios del siglo XVI, muchos barcos se vieron sorprendidos por los peligrosos bancos de arena y los fuertes vientos que suele haber, como el temido pampero", explica Murray.
No obstante, del total de 1900 naufragios contabilizados sólo se ha recolectado evidencia arqueológica para 20 casos.
Semisumergidos en la orilla u ocultos a distintas profundidades, el Mar Argentino y el Río de la Plata albergan a lo largo de sus 4.700 kilómetros de extensión cientos de barcos naufragados que esperan poder contar su historia de tempestades insalvables y cotidianeidades de otras épocas.
El Programa de Arqueología Subacuática del INAPL (Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano) está confeccionando un listado de embarcaciones hundidas en el Río de la Plata y el Mar Argentino, así como en aguas adyacentes de países vecinos. Hasta ahora el registro dio cuenta de unos 1.900 naufragios producidos desde principios del siglo 16 hasta prácticamente la actualidad.
"Las fuentes de información pueden ser desde registros de la Prefectura, de la Armada, hasta el dato aislado de un pescador que engancha una red en un naufragio. Para nosotros todo vale, después siempre hay tiempo de separar entre datos oficiales y no oficiales, más confiables o menos confiables", explica Dolores Elkin, directora del Programa y presidenta del consejo científico-técnico que asesora a la Unesco en materia de la Convención de Patrimonio Cultural Subacuático.
El propósito de este relevamiento es establecer cuáles de estos naufragios poseen valor arqueológico u otro tipo de interés patrimonial, relevarlo, protegerlo y facilitar su investigación futura. Una vez concluida esta tarea, y habiendo volcado los datos a un mapa, la información será integrada a una base de datos mundial de la UNESCO sobre estos incidentes, como parte de los compromisos asumidos por Argentina a partir de la firma (2001) y posterior ratificación (2010), de la Convención de Protección del Patrimonio Cultural Subacuático.
Según este convenio internacional, conforman el patrimonio cultural subacuático todos los restos de cultura material que están bajo el agua y que poseen más de 100 años de antigüedad, pudiendo también ser designados como patrimonio a sitios más recientes.
El barco más antiguo en integrar la lista de sitios ya identificados, es el "Hoorn", llamado así porque había partido en 1615 junto a otra nave - el Eandracht- de la ciudad holandesa del mismo nombre, con la intención de encontrar un nuevo paso hacia el Océano Pacífico, más al sur del Estrecho de Magallanes. Pero el Hoorn se incendió accidentalmente en la costa santacruceña y no pudo completar la travesía que sería coronada con el descubrimiento del Cabo de Hornos por parte de la otra embarcación.
"En las costas de la Ría Deseado se hallaron numerosas evidencias del incendio y destrucción de la Hoorn. Piedras de lastre, fragmentos de plomo fundido, carbón, semillas, clavos y fragmentos de cerámica", sostuvo Cristian Murray, investigador del PROAS y co-director del Proyecto Hoorn junto con Damián Vainstub y el arqueólogo holandés Martijn Manders.
Dos son las zonas críticas en cuanto a densidad de naufragios: los bajos del Río de la Plata - donde se localizan 1200 del total de los hundimientos- y el extremo austral de la Patagonia
En aguas patagónicas, los fenómenos climáticos y geográficos explican la mayoría de los naufragios. "La ruta del Cabo de Hornos, que implicaba la vuelta del Atlántico hacia el Pacífico, era una zona particularmente peligrosa para la navegación: vientos muy fuertes, costas rocosas, aguas tempestuosas, islotes que a veces están ocultos por el agua", describió Elkin.
En el Río de la Plata entran a tallar también otros factores, como el intenso tráfico. "Aquí numerosos naufragios ocurrieron debido al intenso tráfico de embarcaciones y a las difíciles condiciones que a menudo presenta el estuario para la navegación. Desde los primeros viajes europeos de exploración, a principios del siglo XVI, muchos barcos se vieron sorprendidos por los peligrosos bancos de arena y los fuertes vientos que suele haber, como el temido pampero", explica Murray.
No obstante, del total de 1900 naufragios contabilizados sólo se ha recolectado evidencia arqueológica para 20 casos.
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