jueves, 21 de julio de 2011

La Magia de las Palabras en la boca del sabio maestro.

Queridos desconocidos, a continuación les transcribo un bonito trabajo que he encontrado en el sitio: 
http://es.catholic.net/comunicadorescatolicos/580/2289/articulo.php?id=14749
Su titulo es: ¿Qué idioma hablaba Jesucristo? de Ignacio Walker Cisnero, el cual hace una amplia revisión de la historia lingüística para adentrarse en la geografía gramatical y así explicarnos los Evangelios a la luz del idioma que posiblemente hablaba Cristo.

Que aproveche!!!!
Quien peregrina a Tierra Santa usualmente se deja llevar por una triste ilusión: pensar que Nuestro Señor Jesucristo hablaba la misma lengua que las gentes que hoy ocupan los Santos Lugares. Es más, el error se extiende incluso a quienes - por motivos que desconozco y no puedo comprender - se empeñan en fundar sociedades católicas con nombres en hebreo. 
Hoy en día, el hebreo es la lengua oficial del moderno estado de Israel. Con una sabia determinación, se ha impuesto esta lengua como una forma de unificar a los habitantes del territorio y formar la unidad nacional. Sin embargo, este espectáculo se diferencia mucho del que ofrecía a la vista del peregrino de hace dos mil años. 
Diremos, para comenzar, que el hebreo vivo es una lengua moderna, nacida de los esfuerzos del publicista Ben Yehuda durante el siglo pasado, pensando en la creación del "Hogar" sionista que posteriormente se constituyó sobre una porción de Palestina. Ahora bien, esto NO significa que porque el hebreo no fuera usado por el Pueblo Elegido no sea una lengua antigua, considerada por los lingüistas dentro de las lenguas semíticas (1). Todas estas lenguas son parientes entre sí, como el francés lo es de las románicas, del italiano, español o rumano. 
Quienes acompañaban a Abraham hablaban un dialecto semítico análogo al babilónico de la baja Mesopotamia. Los cananeos, en cambio, hablaban uno más preciso, mejor construido. Al regresar de Egipto, los hebreos "fijaron" su idioma adoptando construcciones del cananeo. Y así como en la Francia medieval existían los de ’oil’ y de ’oc’, los de Judea pronunciaban ’ch’ la ’s’ de los efraimitas. Por esto el cántico de la profetiza Débora está basado en un vocabulario tan particular. Y como el Libro Sagrado fue redactado casi exclusivamente en Judea, el hebreo judaico prevaleció sobre el resto. 
El Rey-Profeta David y Salomón hablaban este hebreo. Y así fue hasta la deportación a Babilonia. Al regreso se produjo un lento declinar de esta lengua y fue suplantada por un dialecto local. Sin embargo los sabios y escritores de las Sagradas Escrituras utilizaban este hebreo como "lengua santa" al modo que los escolásticos y la Santa Iglesia utiliza el latín como lengua sagrada. El hebreo se convirtió, por tanto, en "lengua de santidad", leshon da kodesh, o "la lengua de los sabios". Los doctores de la Ley enseñaban en hebreo como nuestros teólogos enseñaban en latín. Las plegarias y rogatorios se pronunciaban en hebreo al modo de nuestro Pater o el Ave María. 
Es notable ver que poco antes de la venida del Salvador, el hebreo conoció un resurgimiento. Se cree que en la comunidad de los esenios, amigos del Señor, se hablaba en hebreo. Nuestro Señor, según nos cuenta San Lucas, enseñaba en el Templo, "desenrollando el libro del profeta Isaías y leyendo". Por tanto para Sus prédicas a los doctores, utilizaba la lengua sacra. Pero en la vida corriente, se utilizaba otro idioma: el arameo. Para sus prédicas populares, es creíble que el Divino Redentor no utilizase el hebreo sino el arameo para expresarse. 
Ahora bien, el arameo no era una lengua corrompida como muchos progresistas "expertos" propagan sin empacho, incluso en libros o documentales de televisión. Ellos dicen que el arameo es una degradación de la lengua, un dialecto degenerado que habrían traído del exilio en Babilonia. 
Pero el arameo es una lengua tan original como lo es el hebreo. Era la lengua que hablaban las tribus nómades que fundaban reinos efímeros a lo largo y ancho de la Fértil Medialuna, si lograr jamás unificarse. A causa de esto los israelitas les llamaban "allegados". Por razones poco comprendidas, esta lengua no se perdió cuando el esplendor político de los arameos decayó, sino que, por el contrario, ingresó a una prodigiosa expansión. En toda el Asia anterior, del mar de Irán, de las fuentes del Éufrates al golfo Pérsico, el arameo sustituyó todas las lenguas nativas. 
Tan impresionante fue esto que los Reyes de los Reyes persas la adoptaron como lengua administrativa, lo que contribuyó aún más a imponerlo. Israel no fue ajeno a esta dominación. 
Aprecie el lector la magnitud del cambio: en el siglo VIII A.C. solamente los grandes hablaban arameo y el pueblo hablaba hebreo; en tiempos del Señor, el pueblo hablaba masivamente el arameo y sólo los grandes hablaban hebreo. 
El arameo era una lengua más civilizada que el hebreo, mucho mas flexible, más apta para expresar los matices y circunstancias de un relato o las evoluciones del pensamiento. Además contaba con muchísimas sutilezas: los galileos no pronunciaban como la gente del Jerusalén. Recuerde el lector que la noche dolorosa del Jueves Santo, San Pedro es reconocido como galileo por una criada. 
Los evangelios están poblados de numerosos vocablos arameos, utilizados incluso por el propio señor: Abba, haceldama, Gabbata, Gólgota, Mamonas, Mestriah, Pascha y hasta frases enteras como el mandamiento "thalita qumi", que Cristo da a la hija muerta de Jairo. O el célebre "Eloi, Eloi, lamma sabachtani", de la suprema angustia. 
Por muestra tenemos que en ciertas partes del libro de Esdras y de Jeremías, los de Daniel y San Mateo se empleó el arameo en la primera redacción, antes de su traducción al griego. 
La literatura talmúdica se sirve de las Targum (targumin), que son "traducciones" al arameo del original hebreo. En la época de Nuestro Señor en cada sinagoga habían un "targoman" o traductor al arameo de las enseñanzas y preceptos divinos, que explicaba y traducía al arameo los textos para quienes no sabían o no dominaban el hebreo. 
Hoy en día subsiste el arameo oriental, o más bien "arameos" en la zona de Mesopotamia. Al sur de Damasco, en Maamula (Mamula) se habla el arameo occidental y gracias a esta preservación se ha podido transcribir el Pater en arameo. 
Pero, ¿esto quiere decir que el hebreo y el arameo eran las dos únicas lenguas que se hablaban en la época del Redentor? Los relatos evangélicos nos cuentan que Pilatos ordenó clavar un letrero sobre la Cruz que estaba escrito en tres idiomas: hebreo, griego y latín. 
El latín era la lengua de los invasores y tenía muy poco uso, pero era el idioma oficial del Imperio y se utilizaba para todas las comunicaciones oficiales. Flavio Josefo concuerda con esto y añade que todas las comunicaciones y decretos se acompañaban de una traducción en griego. 
El griego estaba muy difundido en el Cercano Oriente y en todo el Imperio. Los rabinos levantaban una lucha cultural contra el invasor que imponía costumbres paganas: "Quien enseña griego a su hijo - decían - es maldito al igual que el que come puerco". Pero esto no impedía que sus grandes sabios, como Gamaliel, lo conocieran perfectamente. El Libro de Hechos narra cómo, por darle el gusto a la población de Jerusalén tras su detención, San Pablo habla en arameo y no en griego, ya que el griego era la lengua de la gente culta, distinguida, de los ricos, la lengua de herodes y la lengua internacional de los negocios. 
Los Evangelios, los Hechos de los Apóstoles, casi todas las Epístolas y el Apocalipsis, fueron escritos en lengua griega, o la menos traducidos inmediatamente a ésta. 
¿Hablaba griego el Mesías Esperado? En ninguno de los discursos que registran los Evangelios le escuchamos pronunciar una sola cita griega, ni siquiera una alusión, como sí lo hace San Pablo. Pero cuando es interrogado por Poncio Pilato no se sirve de ningún traductor. Y Pilatos no se tomaba la molestia de estudiar la lengua de los sometidos y esclavos. ¿Que tipo de griego se hablaba en Palestina? El que a partir de Alejandría se había impuesto a los idiomas locales: ático, jonio, dorio, eolio y se difundió en el mundo helenístico no sin sufrir deformaciones. 
El griego de la Koiné se había simplificado, suprimiéndole palabras difíciles y se dejaron de lado las particularidades de las declinaciones y conjugaciones: utilizaba las construcciones analíticas con preposiciones de preferencia a las formas del griego clásico, pero ante todo había adoptado muchas palabras latinas y formas sonoras orientales. 
Definitivamente no era el griego de Platón, pero era cómodo y muy bien adaptado para el papel internacional que habría de desempeñar. 
Esta pequeñísima introducción nos permite abrir una nueva visión del mundo que contemplaron los Divinos Ojos del Creador. 
Este mundo que le recibió y no le acogió fue perfeccionándose gradualmente y depurando, gracias a las saludables influencias de la Santa Iglesia, todos los resabios de paganismo y maldad que eran costumbres incuestionadas por los hombres de aquella época. Sirva decir que fue gracias a la Iglesia y no a las bravatas masónicas de la ilustración, sino mas de diecisiete siglos antes, que se comenzó a luchar por el fin de la esclavitud y que fue la Iglesia quien consiguió abolir esa práctica infame. 
Sólo con el Renacimiento de los errores antiguos, hacia el fin de la Edad Media, resurge el esclavismo de manos de personas, consagradas al culto del dinero y del poder. Fue la Iglesia, recordémoslo siempre, quien creó el concepto de persona y dignidad, y no es ésta una invención moderna. 
Comencemos, pues, a amar y estudiar más nuestra historia para desterrar las idear perversas que nos introducen las creaciones literarias y hollywoodenses sobre nuestro pasado y en particular del contexto histórico y de la Sagrada Persona de Nuestro Señor Jesucristo.  
Hoy en día, en que se quiere hacer creer y sentir que la Iglesia erró por dos mil años y que, por tanto, debe volver a sus primeros tiempos, es momento oportuno para recordar, divulgar y defender.

lunes, 20 de junio de 2011

La Biblioteca Británica pondrá 250.000 libros en internet con ayuda de Google

Las obras, que datan de entre 1700 y 1870, fueron digitalizadas por el buscador estadounidense y elegidas por la biblioteca, que tiene uno de los mayores fondos bibliográficos del mundo.

LONDRES.- La Biblioteca Británica pondrá gratuitamente a  disposición de los internautas unos 250.000 libros libres de derechos de autor,  en el marco de una asociación con Google anunciada este lunes.

Las obras, que datan de entre 1700 y 1870, fueron digitalizadas por el  buscador estadounidense y elegidas por la biblioteca, que tiene uno de los  mayores fondos bibliográficos del mundo, señalaron la biblioteca y el buscador  en un comunicado conjunto.

Entre los primeros documentos que podrán consultarse figuran un panfleto  feminista sobre la reina de Francia María Antonieta, esposa de Luis XVI, y el  "Proyecto de navegación submarina" publicado en 1858 por el español Narciso  Monturiol, inventor de uno de los primeros submarinos, el Ictíneo.
Todas las obras, que están escritas en varias lenguas europeas, podrán  consultarse en la web de la Biblioteca Británica (www.bl.uk) y en la librería  virtual "Google Books".
La selección, que privilegia los documentos que no estaban todavía  disponibles en internet, incluye libros, panfletos y publicaciones periódicas  "del periodo que abarca las Revoluciones Francesa e Industrial, la Batalla de  Trafalgar, la Guerra de Crimea, la invención del ferrocarril y del telégrafo  (...) y el fin de la esclavitud", agrega el comunicado.
Los gastos de digitalización de los 40 millones de páginas totales correrán  a cargo de Google, que tiene acuerdos de este tipo con otras más de 40  bibliotecas en el mundo, como las universidades de Harvard y Stanford en  Estados Unidos.
"Este material de dominio público es una parte importante de la herencia  mundial, y estamos orgullosos de trabajar con la Biblioteca Británica para  abrirlo a millones de personas en el Reino Unido y el extranjero", declaró el  director de Relaciones Exteriores de Google, Peter Barron.
Fuente de la nota: http://www.emol.com/noticias/tecnologia/detalle/detallenoticias.asp?idnoticia=488284

martes, 31 de mayo de 2011

Libro recomendado: Política Británica en el Rio de la Plata de Raúl Scalabrini Ortiz

La economía es un método de auscultación de los pueblos. Ella nos da palabras específicas, experiencias anteriores resumidas, normas de orientación y procedimientos para palpar los órganos de esa entidad viva que se llama sociedad humana. En puridad, la economía se refiere exclusivamente a las cosas materiales de la vida: pesa y mide la producción de alimentos de materia prima, tasa las posibilidades adquisitivas, coteja los niveles de vida y capacidad productiva, enumera y determina los cauces de los intercambios y, en momentos de fatuidad, pretende pronosticar las alternativas futuras de la actividad humana. Pero la economía bien entendida es algo más. En sus síntesis numéricas laten, perfectamente presentes, las influencias más sutiles: las confluentes étnicas, las configuraciones geográficas, las variaciones climatéricas, las características psicológicas y hasta esa casi inasible pulsación que los pueblos tienen en su esperanza cuando menos.
El alma de los pueblos brota de entre sus materialidades, así como el espíritu del hombre se enciende entre las inmundicias de sus vísceras. No hay posibilidad de un espíritu humano incorpóreo. Tampoco hay posibilidad de un espíritu nacional en una colectividad de hombres cuyos lazos económicos no están trenzados en u destino común. Todo hombre humano es el punto final de un fragmento de historia que termina en él, pero es al mismo tiempo una molécula inseparable del organismo económico de que forma parte. Y así enfocada, la economía se confunde con la realidad misma.
Temas para extraviar son todos los de la realidad americana. Esa realidad nos contiene, su calidad condiciona la nuestra. Somos un instante de su tiempo, un segmento de su espacio histórico. Ella delimita constantemente la posibilidad del esfuerzo individual. No podemos ser más inteligentes que nuestro medio sin ser perjudiciales a los que quisiéramos servir y a nosotros mismos. Valemos cuanto vale la realidad que nos circunda.
La realidad se anecdotiza incesantemente en nuestros actos y en nuestros pensamientos sin que la inteligencia americana se preocupe de consignarlos. Solemos referirnos a los pasados de América que se anotaron con trascendencia histórica, solemos hilvanar imaginerías sobre su porvenir, pero el instante vivo en que la historia se confecciona, sólo ha merecido desdén de la inteligencia americana que podía haberlos descrito. Y ésa es una de las grandes traiciones que la inteligencia americana cometió con América.
Cuatro siglos hacen ya que la sangre europea fue injertada en tierra americana. Tres siglos, por lo menos, que hay inteligencias americanas nacidas en América y alimentadas con sentimientos americanos, pero los documentos que narran la intimidad de la vida que esos hombres convivieron no se encontrarán, sino ocasionalmente, por ninguna parte.

Razas enteras fueron exterminadas, las praderas se poblaron. Las selvas vírgenes se explotaron y muchas se talaron criminalmente para siempre. La llamada civilización entró a sangre y fuego o en lentas tropas de carretas cantoras. El aborígen fue sustituído por inmigrantes. ëstos eran hechos enormes, objetivos, claros. La inteligencia americana nada vió, nada oyó, nada supo. Los americanos con facultades escribían tragedias al modo griego o disputaban sobre los exactos términos de las últimas doctrinas europeas. El hecho americano pasaba ignorado para todos. No tenía relatores, menos aún podía tener intérpretes y todavía menos conductores instruídos en los problemas que debían encarar.

Sin un contenido vital, las palabras que en Europa determinan una realidad, en América fueron una entelequia, cuando no una traición. El conocimiento preciso de la realidad fue suplantado por cuerpos de doctrina, parcialmente sabidos, que no habían nacido en nuestro suelo y dentro de los cuales nuestro medio no calzaba, ni por aptitudes, ni por posibilidades, ni por voluntad. La deliberación de las conveniencias prácticas fue reemplazada por antagonismos tan sin sentido que más parían antagonismos religiosos que políticos o intelectuales. En esas luchas personales o absurdamente doctrinarias se disipó la energía más viva y pura que hubiera podido animar a estasnacientes sociedades.

Los revolucionarios de 1810, por ejemplo, con exclusión de Mariano Moreno, adoptaron sin análisis las doctrinas corrientes en Europa y se adscribieron a un libre cambio suicida. No percibieron siquiera, esta idea tan simple: si España, que era una nación poderosa, recurrió a medidas restrictivas para mantener el dominio comercial del continente ¿cómo se defenderían de los riesgos de la excesiva libertad comercial estas inermes y balbuceantes repúblicas sudamericanas? Pero el manchesterismo estaba en auge y a su adopción ciega se le sacrificó todas las industrias locales.

América no estaba aislada. Fuerzas terriblemente pujantes, astutas y codiciosas nos rodeaban. Ellas sabían amenazar y tentar, intimidar y sobornar, simultáneamente. El imperialismo económico encontró aquí campo franco. Bajo su perniciosa influencia estamos en un marasmo que puede ser letal. Todo lo que nos rodea es falso o irreal. Es falsa la historia que nos enseñaron. Falsas las creencias económicas con que nos imbuyeron. Falsas las perspectivas mundiales que nos presentan y las disyuntivas políticas que nos ofrecen. Irreales las libertades que los textos aseguran. Este libro no es más que un ejemplo de alguna de esas falsías.

Volver a la realidad es el imperativo inexcusable. Para ello es preciso exigirse una virginidad mental a toda costa y una resolución inquebrantable de querer saber exactamente cómo somos. Bajo espejismos tentadores y frases que acarician nuestra vanidad para adormecernos, se oculta la penosa realidad americana. Ella es a veces dolorosa, pero es el único cimiento incorruptible en que pueden fundarse pensamientos sólidos y esperanzas capaces de resistir a las más enervantes tentaciones. Desgraciadamente, es difícil aprehender con seguridad a nuestro país. Hay que darlo por presente en las meras palabras que lo denominan o en los símbolos que lo alegorizan. O ser extremadamente sutil para asir entre lo ajeno y lo corrompido esa materia finísima, impalpable casi e incorruptible que es nuestro espíritu, el espíritu de la muchedumbre argentina: venero único de nuestra probabilidad.

Todo lo material, todo lo venal, transmisible o reproductivo es extranjero o está sometido a la hegemonía financiera extranjera. Extranjeros son los medios de transportes y de movilidad. Extranjeras las organizaciones de comercialización y de industrialización de los productos del país. Extranjeros los productores de energía, las usinas de luz y gas. Bajo el dominio extranjero están los medios internos de cambio, la distribución del crédito, el régimen bancario. Extranjero es una gran parte del capital hipotecario y extranjeros son en increíble proporción los accionistas de las sociedades anónimas.

Hay quienes dicen que es patriótico disimular esa lacra fundamental de la patria, que denunciar esa conformidad monstruosa es difundir el desaliento y corroer la ligazón espiritual de los argentinos, que para subsistir requiere el sostén del optimismo.

Rechazamos ese optimismo como una complicidad más, tramada en contra del país. El disimulo de los males que nos asuelan es una puerta de escape que se abre a una vía que termina en la prevaricación, porque ese optimismo falaz oculta un descreimiento que es criminal en los hombres dirigentes: el descreimiento en las reservas intelectuales, morales y espirituales del pueblo argentino.

No es un impulso moral el que anima estas palabras. Es un impulso político. Cuando los Estados Unidos de Norte América se erigieron en nación independiente, Inglaterra, vencida, parecía hundirse en la categoría oscura de una nación de segundo orden, y fue la energía ejemplar de William Pitt la salvadora de su prestigio y de su temple. Decía Pitt: "Examinemos lo que aún nos queda con un coraje viril y resoluto. Los quebrantos de los individuos y de los reinos quedan reparados en más de la mitad cuando se los enfrenta abiertamente y se los estudia con decidida verdad". Ésa es la norma de este libro.

Raúl Scalabrini Ortiz

(Prólogo de Política británica en el Río de la Plata)
Sitio recomendado: http://www.matpampa.com.ar/espiritudelatierra/scalabriniortiz/esc01.htm

jueves, 26 de mayo de 2011

Alemania publica en Internet la lista de los libros robados por los nazis

Se puede consultar en una web especial. Esperan que sirva para investigación y hasta para devolverlos a sus dueños. Fueron recuperados tras la Segunda Guerra Mundial.
Miles de los libros que los nazis robaron a sus dueños durante la dictadura de Adolfo Hitler pueden encontrarse ahora en Internet. Así lo informó hoy el Archivo Nacional y las bibliotecas central y regional de Berlín.
Esos organismos han colgado en la Red las listas de los libros robados que pudieron recuperarse tras la Segunda Guerra Mundial (1939-45).
Entre julio de 1945 y febrero de 1946, muchos de esos volúmenes fueron entregados en bibliotecas públicas, indicaron hoy voceros de la Biblioteca de Berlín.
Sobre la base de guías y mensajes, se creó una lista de bibliotecas que atesoraban esos ejemplares Y la Biblioteca de Berlín recibió una delicada misión: rescatar y registrar con precisión los libros.
Todos los datos fueron digitalizados y publicados en la dirección de Internet de la "AGENCIA DE RESCATE" para que estén accesibles a investigadores, científicos y el público en general.
Incluso 65 años después del final de la Segunda Guerra Mundial y de la dictadura nazi en Alemania, los objetos confiscados por los nazis siguen siendo objeto de investigaciones de gran importancia nacional e internacional, anuncian desde la web.
Hoy en día, muchos siguen en los archivos públicos y gracias a los nuevos métodos de digitalización y a las informaciones provenientes de Internet pueden ser devueltos a sus antiguos dueño.

Fuente de la Nota Diario Clarín
http://www.clarin.com/mundo/Alemania-publica-Internet-libros-robados_0_487751463.html.

domingo, 1 de mayo de 2011

Una batalla y con ella el resultado de una guerra: Hitler invade Rusia

El 22 de junio de 1941, Alemania invadió la Unión Soviética, incluso cuando Inglaterra no había sido derrotada. Hitler, convencido por los servicios secretos alemanes de la debilidad soviética, creía que la invasión concluiría antes del invierno y prohibió a sus generales pensar de otra manera. De esta forma, un día antes de la invasión, 3.050.000 soldados alemanes esperarían el inicio de la mayor operación militar hasta la fecha, distribuidos desde Finlandia hasta el mar Negro. Unos 950.000 soldados de otras naciones aliadas de Alemania, acompañaban a los alemanes. Estas tropas desempeñarían un papel fundamental en el desastre alemán en Stalingrado, un año y medio después.
Para diciembre de 1941, era claro que el rumbo de la guerra en la Unión Soviética no era el que el Alto Mando Alemán había planeado, debido a que Leningrado y Sebastopol continuaban resistiendo en el norte y el sur respectivamente y la ofensiva contra Moscú había llegado a un punto muerto. Entonces, cuando menos lo esperaban, los alemanes se encontraron luchando contra una contraofensiva soviética desde la capital rusa y tuvieron que afrontar el hecho de que, a pesar de haber matado y capturado a cientos de miles de soldados del Ejército Rojo en los últimos meses, de alguna manera el Alto Mando Soviético había encontrado reservas suficientes para emprender una poderosa contraofensiva. Tardíamente, los invasores comprenderían que, para fines prácticos, las reservas enemigas eran inagotables.
Sin lugar a dudas la suerte de esta colosal batalla selló los destinos de la Alemania nazi y con ella los caminos de la segunda guerra mundial.

sábado, 30 de abril de 2011

NUMANCIA Y LAS LEGIONES: UNA HISTORIA DE CORAJE Y DE VALOR


Numancia es el nombre de una desaparecida población celtíbera situada sobre el Cerro de la Muela, en Garray, a 7 km. al norte de la actual ciudad de Soria, España.
En el año 153 a. C. tiene el primer conflicto grave con Roma, al dejar entrar en la ciudad a unos fugitivos de la tribu de los bellos, procedentes de la ciudad de Segeda (actualmente sus restos están situados entre Mara y Belmonte de Gracián [Zaragoza]). Los numantinos, al mando de Caro de Segeda, consiguen derrotar a un ejército de 30.000 hombres mandados por el cónsul Quinto Fulvio Nobilior, pero hubo que lamentar que su jefe, Caro, muriera en la batalla.
Tras veinte años repeliendo los continuos e insistentes ataques romanos, en el año 133 a. C., el senado romano confiere a Publio Cornelio Escipión Emiliano El Africano Menor la labor de destruir Numancia, a la que finalmente pone sitio, levantando un cerco de 9 km. apoyado por torres, fosos, empalizadas, etc. Tras 13 meses de hambrunas, enfermedades y tras agotarse sus víveres, los numantinos deciden poner fin a su situación. Algunos de ellos se entregan en condición de esclavos al ejército de Publio Cornelio Escipión Emiliano, mientras que la gran mayoría de los numantinos decidieron suicidarse, prevaleciendo su condición de libertad frente a la esclavitud de Roma.

La Revolución Francesa: Documental

La Revolución francesa fue un conflicto social y político, con diversos periodos de violencia, que convulsionó Francia y, por extensión de sus implicaciones, a otras naciones de Europa que enfrentaban a partidarios y opositores del sistema conocido como el Antiguo Régimen. Se inició con la autoproclamación del Tercer Estado como Asamblea Nacional en 1789 y finalizó con el golpe de estado de Napoleón Bonaparte en 1799.
Si bien la organización política de Francia osciló entre república, imperio y monarquía constitucional durante 71 años después de que la Primera República cayera tras el golpe de Estado de Napoleón Bonaparte, lo cierto es que la revolución marcó el final definitivo del absolutismo y dio a luz a un nuevo régimen donde la burguesía, y en algunas ocasiones las masas populares, se convirtieron en la fuerza política dominante en el país. La revolución socavó las bases del sistema monárquico como tal, más allá de sus estertores, en la medida en que lo derrocó con un discurso capaz de volverlo ilegítimo.
Aquí les traemos un buen documental de la revolución francesa elaborado por el Canal de Historia y que esperamos que aproveche!

domingo, 24 de abril de 2011

El Evangelio de Judas Iscariote

Pocas figuras a lo largo de la historia suscitan tanto la  atención como Judas Iscariote.
La historia tradicional nos ha dicho que nacido en el siglo primero fue uno de los apóstoles de Jesús de Nazaret, que siguió a su maestro durante su predicación por Palestina y, según los Evangelios, fue el traidor que reveló a los miembros del Sanedrín el lugar donde podían prender a su Maestro sin que sus seguidores interfiriesen, tal como el propio Jesús había anunciado en la Ultima Cena. 
Judas fue quien dirigió a los guardias que arrestaron a Jesús y les indicó quién era besándole en la mejilla. 
Por su traición fue recompensado con treinta denarios de oro, pero al poco tiempo se arrepintió de sus actos, intentó devolver las monedas a los sacerdotes que se las habían dado, y al no aceptarlas éstos, las arrojó en el templo. 
Luego, desesperado ante la magnitud de su delación, se suicidó ahorcándose de un árbol. Por ello, la figura de Judas ha pasado a la tradición cristiana posterior convertida en la del traidor por antonomasia.

Que no se ha dicho de este hombre... incluso (como era quien se encargaba de llevar la contabilidad del dinero de la comitiva de Jesús) que también robaba el dinero de lo pobres... 
Lamentablemente este hombre que pasó por el mundo como nosotros algún día, hoy no se encuentra aquí para poder dar testimonio... o si...

El evangelio prohibido
Se denomina Evangelio de Judas (o Evangelio prohibido de Judas) a un evangelio utilizado, según testimonios de los Padres de la Iglesia, por la secta gnóstica de los Cainitas, el cual habría sido confeccionado probablemente durante el siglo II. 
Este evangelio se creía desaparecido, pero durante la década del setenta fue hallado en Egipto un códice copto (supuestamente traducción de un original griego) en el que aparece un texto que parece corresponder al Evangelio de Judas mencionado en la literatura cristiana primitiva.
En 2006 la organización National Geographic Society hizo público su trabajo de restauración y traducción del manuscrito. 
Concretamente en el texto se hace una valoración positiva de la figura del apóstol Judas Iscariote, que en los cuatro evangelios canónicos es considerado como traidor a Jesús. 
Según este evangelio gnóstico, Iscariote fue su discípulo favorito, y si entregó a su maestro a las autoridades romanas fue en cumplimiento de un plan previsto por el propio Jesús. Cuestión que resulta extremadamente lógica, ¿alguien podría pensar que los sucesos de la crucifición del rabi de galilea hubieran sido desconocidos para el mismo?
El hallazgo
La leyenda nos dice que el manuscrito fue descubiertoen 1978 por unos campesinos egipcios en la localidad de El Minya, y fue sacado de Egipto de forma ilegal.
El anticuario que intentó venderlo pedía una cifra que los posibles compradores consideraron excesiva (tres millones de dólares por el lote en el que iba incluido), por lo que tuvo que desistir. El texto estuvo depositado desde 1984 en un banco de Nueva York.
En 2002 lo adquirió la Maecenas Foundation for Ancient Art, radicada en Basilea, una fundación privada de Suiza, dirigida por el abogado Mario Roberti. Esta fundación contactó con National Geographic Society para que restaurase, datase y tradujese el manuscrito. Según el vicepresidente de esta institución, Terry García, el códice estaba muy deteriorado, y, si no hubiesen actuado de inmediato, hubiera acabado convirtiéndose en polvo.
Rudolf Kasser hizo pública la existencia del texto en una conferencia que tuvo lugar en París, en julio de 2004.
Al año siguiente, un portavoz de la Maecenas Foundation anunció su traducción inminente al inglés, francés y alemán. Lo cual ocurrió en abril de 2006
Algo sobre el contenido...El texto es un relato de unas doscientas cincuenta líneas, del ancho aproximado de un folio, que se encuentra en un códice de 66 páginas, más de un tercio del cual es ilegible, y que contiene otras tres obras.
Dos de ellas (el Primer Apocalipsis de Santiago, y la Epístola a Felipe, atribuida a San Pedro) son obras gnósticas ya conocidas por los hallazgos de Nag Hammadi.
La tercera es un fragmento de un texto desconocido, titulado provisionalmente Libro de Alógenes.
Todos los textos están escritos en el dialecto sahídico del idioma copto, aunque es una traducción de un original griego (probablemente de comienzos del siglo II). Mediante varios métodos, entre ellos el del carbono 14, el códice ha sido datado entre los años 220 y 340.

El papiro se encuentra deteriorado: algunas partes del texto se han perdido y otras se conservan sólo fragmentariamente. 26 de las 66 páginas corresponden al Evangelio de Judas. La parte que ha podido ser traducida comienza indicando que se trata de las revelaciones que Jesús hizo a Judas Iscariote, en conversación privada, tres días antes de la Pascua. Escrito en tercera persona, el texto es un diálogo entre Jesús y sus discípulos, especialmente Judas, que aparece como el discípulo favorito de Jesús. Según este evangelio, Judas entregó a su maestro a los romanos siguiendo órdenes del propio Jesús, quien profetizó: "Tú serás el decimotercero, y serás maldito por generaciones, y vendrás para reinar sobre ellos." (página 47 del manuscrito).

El Jesús que presenta este Evangelio es desenfadado, se ríe con frecuencia de los malentendidos de los demás discípulos y de su devoción superficial. La inversión de la relación tradicional entre Jesús y Judas que plantea el texto es que Jesús le está agradecido a Judas y lo elogia: “Tú los superarás a todos ellos. Porque tú sacrificarás el hombre que me cubre (...). La estrella que indica el camino es tu estrella” (n. 56-57).

Al final, poco después de entrar en una nube luminosa, Judas “recibió algún dinero y se lo entregó a ellos”. Jesús se lo agradece, ya que prepara el momento en que Jesús quedará liberado del cuerpo, lo que le permite regresar al “reino grande e ilimitado cuya inmensidad no ha visto ninguna generación de ángeles” (n. 47).
Felices Pascuas para todos!!!

Para ver el Evangelio completo: http://www.mscperu.org/biblia/apocrifos/evangJudas.htm

sábado, 16 de abril de 2011

El documento impreso más antiguo del mundo: Sutra del Diamante


A la fecha, el documento más antiguo del mundo fue  descubierto a principios de siglo XX por el orientalista Sir Marc Aurel Stein (1862-1943).
Este documento se encuentra en la biblioteca británica y es una de las joyas de la exhibición llamada "La Ruta de la Seda", dedicada al arte y a la cultura de oriente y es un texto budista elaborado en China en el año 868 d.C..
La obra "Sutra del Diamante" apareció en una cueva en el noroeste de China, y se considera que formaba parte de una biblioteca escondida allí alrededor del año 1000 d.C..
El documento consiste concretamente en un papel gris impreso con caracteres chinos y enrollado en un cilindro de madera, a la usanza oriental.
Aunque en la cueva china aparecieron otros textos impresos, Sutra del Diamante es el documento más antiguo con una fecha claramente indicada. 
Wong Jei
"El libro fue elaborado por un hombre llamado Wong Jei en mayo de 868 d.C, y la fecha queda recogida al final del texto", han expresado diversos especialistas de la Biblioteca Británica.
Wong Jei dedica el libro a sus padres.
Según Susan Whitfield, especialista de la Biblioteca Británica, los sutras eran usualmente copiados o impresos y dedicados a personas a las que se quería honrar.
Sutra del Diamante fue impreso cientos de años antes de la invención de la imprenta en Europa, la cual data de alrededor de 1450 cuando el alemán Johann Gutenber imprimió su biblia.
Sólo quedan, que se sepa, tres ejemplares perfectos de la Biblia de Gutenberg o Biblia de Maguncia, como también se le conoce, impresos en piel, y dos de ellos están en la Biblioteca Británica. (http://www.bl.uk/.)
Esta institución ha digitalizado ambos ejemplares y los ha puesto a disposición del público en internet, incluso este libro impreso llamado el Sutra del Diamantem.

Imagen extraída del sitio:
http://blog.editorialcm.es/__oneclick_uploads/2011/01/sutra-del-diamante.jpg

viernes, 8 de abril de 2011

Espartaco: Sangre y Arena

 


Espartaco (Tracia, 113 a.C. - Lucania 71 a.C.) fue un esclavo de origen tracio  (se cree que nació en la localidad de Sandanski - Bulgaria) y que, según fuentes romanas (Apiano y Floro), dirigió (o fue uno de sus capitanes) la rebelión más importante contra la República Romana en suelo itálico (conocida también como la Tercera Guerra Servil, Guerra de los Esclavos o Guerra de los Gladiadores), hecho ocurrido entre los años 73 a.C. y 71 a.C..
Espartaco militó en las auxilia, las tropas auxiliares de Roma, de las que desertó. Al no ser ciudadano romano, una vez capturado fue reducido a la esclavitud. Fue destinado con su hermano a trabajos forzados en unas canteras de yeso, pero gracias a su fuerza física, fue comprado por un mercader para la escuela de gladiadores de Capua de Léntulo Batiato.
Todas las fuentes conocidas de esta rebelión (muy fragmentarias) coinciden en describir a Espartaco como un hombre culto, inteligente y justo.

La Rebelión:
En el año 73 a. C., durante su permanencia en  la escuela de gladiadores,  Espartaco ideó y llevó a cabo una rebelión a fin de escapar junto a varios compañeros.
Unos 74 hombres, encabezados por Espartaco, Crixo y Enomao (estos dos últimos de origen galo) huyeron de la ciudad armados con todo lo que encontraron.
Por el camino se encontraron con un convoy que transportaba armas de gladiadores y se apoderaron de él, tras lo cual se retiraron al monte Vesubio, desde donde empezaron a llevar a cabo acciones de pillaje contra las localidades vecinas.
Espartaco estableció un reparto equitativo del botín entre todos sus hombres, lo que le atrajo gran número de seguidores entre los esclavos de las fincas aledañas al volcán.
Al tener conocimiento del motín, los romanos, sin dar gran importancia a este incidente, enviaron desde Capua una pequeña brigada de soldados, que fue derrotada.
Rápidamente los esclavos sustituyeron sus armas de gladiadores con verdaderas armaduras romanas. En consecuencia, los romanos se alarmaron y enviaron una unidad de 3.000 hombres al mando de Claudio Glabro.
Contrario a la doctrina militar romana, e infravalorando completamente a los esclavos, el comandante romano estableció su campamento al pie de la montaña, donde descendía el único camino proveniente de la cúspide, sin establecer una valla de protección.
Al tener conocimiento de este hecho, Espartaco adoptó un brillante plan. Hizo descender a sus hombres por la parte más escarpada del volcán, atados por cuerdas a la cepa de una vid silvestre, cayendo por sorpresa sobre los soldados romanos, causándoles numerosas bajas y obligando a los supervivientes a darse a la fuga desordenadamente, dejando el campamento en manos de los esclavos. Era la primera gran victoria de Espartaco, esta fue llamada la Batalla del Vesubio.
Los romanos enviaron contra los esclavos dos legiones traídas de la frontera norte de Italia, al mando del pretor Varinio.
Éste trató de cercar a Espartaco con una maniobra en tenaza, para lo que dividió sus fuerzas en tres partes. Espartaco, bien informado por sus espías aprovechó la división de las fuerzas romanas y derrotó separadamente a los dos ayudantes de Varinio, y luego atacó a las fuerzas mandadas directamente por éste, llegando al punto de capturar los lictores del pretor y su propio caballo. Varinio tuvo que huir a pie.
Como resultado, el movimiento de los esclavos se extendió a todo el sur de Italia. Muchas ciudades fueron tomadas y saqueadas por los esclavos. El historiador romano Salustio habla de la masacre de los esclavistas y de las crueldades cometidas por los esclavos contra sus antiguos opresores. Espartaco, consciente que esas acciones terminarían por desmoralizar a los mismos rebeldes, se dedicó a organizar un ejército regular disciplinado, que pudiera enfrentarse con éxito a las poderosas legiones romanas.
De esta manera formó un ejército de unos 70.000 hombres, preparó la construcción de armas y organizó la caballería. Una vez hecho esto, formó un plan para futuras acciones. Aunque no hay información precisa al respecto, se puede afirmar con bastante certeza que el plan de Espartaco consistía en reunir el mayor número posible de esclavos y sacarlos de Italia cruzando los  Alpes.
Esta era la única posibilidad de libertad para la mayoría de ellos, puesto que una vez fuera de Italia muchos rebeldes podrían escapar a territorios que aún no habían sido conquistados por Roma (como la Germania).
Además, era consciente de que no podría sostener una larga guerra de desgaste contra la República romana, pues esta era inmensamente rica y podría rehacer sus fuerzas armadas una y otra vez, recurriendo a la  conscripción  obligatoria y a sus aliados; los romanos combatirían tenazmente, impulsados por el temor a que los esclavos de todas partes del mundo  mediterráneo decidieran rebelarse, lo que pondría en peligro la existencia misma del Estado.
Espartaco sabía también que ni siquiera los griegos, con toda su ciencia y su técnica, ni los cartagineses, con su poderosa flota y sus mercenarios adiestrados, habían podido doblegar a Roma.
Con el fin de llevar a cabo este plan, empezó a marchar con sus tropas hacia el norte.
El gobierno romano, habiendo notado las constantes derrotas de sus legiones, se dio cuenta de la gravedad del peligro, y envió contra los esclavos los ejércitos de ambos cónsules del 72, Léntulo y Gelio.
En ese preciso momento surgieron disensiones entre los esclavos, cuyo resultado fue la separación de un grupo de unos 20.000 hombres, compuesto en su mayor parte por galos y germanos, al mando de Crixo.
Éstos empezaron a actuar de forma independiente, pero Crixo no tenía la habilidad estratégica de Espartaco, por lo que el ayudante del cónsul Gelio, el  propretor Arrio, los interceptó y aniquiló en Apulia, cayendo el mismo Crixo en el combate.
Aparentemente, según lo que indica el historiador romano Salustio, las disensiones estaban relacionadas con el plan de acciones futuras: mientras Espartaco simplemente quería lograr que los esclavos salieran de Italia, Crixo y los suyos estaban empeñados en presentar batalla campal a los romanos, derrotarlos e incluso tomar Roma, aniquilando al opresor; asimismo es posible que Crixo estuviese respaldado también por los estratos pobres de la población libre que se habían adherido a la rebelión y que, como es obvio, no tenían intención de dejar Italia.
Este debilitamiento momentáneo del movimiento no significó el final de la rebelión, pues Espartaco, con maniobras brillantes en los pasos de los montes  Apeninos, infligió una serie de derrotas a Léntulo, Gelio y Arrio, evitando las emboscadas que le tendieron los romanos y continuando su avance hacia el norte. Sus tropas continuaron fortaleciéndose por el continuo afluir de esclavos escapados de todas partes de Italia, hasta el punto que Apiano dice que llegó a reunir un número de 120.000 hombres en total.
Los romanos se desesperaban al ver que sus legiones establecidas en Italia no eran suficientes para vencer a los esclavos. Sin embargo, hicieron un último intento de evitar su salida de la Península. El gobernador de la provincia de la  Galia Cisalpina, el cónsul Craso Longino, reunió todas las fuerzas disponibles y aguardó la llegada de Espartaco al valle del Po, en la ciudad de Módena.
Espartaco aceptó la batalla propuesta por el cónsul y lo derrotó, tras lo cual pudo cumplir su plan de cruzar los Alpes, pero en vez de eso, regresó hacia el sur.
Aunque no hay una explicación clara de este asunto, se puede concluir que en ese momento los esclavos estaban tan entusiasmados por su rosario de victorias que no se podía ni hablar de escapar de Italia.
Deseaban culminar su venganza tomando Roma, y Espartaco se vio obligado a someterse. Más que por haberse dejado dominar por el entusiasmo de sus hombres, lo hizo para no perder completamente el control de su indisciplinado ejército.
En fin de cuentas, Espartaco se acercó a Roma. Sabiendo que no podría tomar la ciudad dadas sus poderosas fortificaciones, adoptó una postura pasiva. Los romanos, por su parte, habían confiado el mando supremo del ejército al pretor Marco Licinio Craso, adjudicándole las diez legiones disponibles, aunque no eran de las mejores, pues ya los soldados estaban desmoralizados por las inauditas victorias de Espartaco.
Habiéndose acercado ambos enemigos, Craso ordenó asumir una posición defensiva mientras elaboraba una estrategia para derrotar a los esclavos, que consistía en encerrarlos en la montañosa región del Piceno, mientras recibía más refuerzos.
Sin embargo, uno de sus ayudantes, Mummio, que tenía órdenes de dirigirse a una posición más avanzada de la que ocupaban los esclavos con el fin de rodearlos, optó más bien por atacarlos directamente, siendo derrotado. Muchos legionarios arrojaron las armas (en signo de cobardía) y huyeron. Espartaco siguió su marcha hacia el sur.
En vista de esta derrota, Craso decidió tomar medidas severas para restablecer la disciplina entre sus tropas. A los que huyeron ante sus enemigos los diezmo, un castigo que no se utilizaba desde hacía mucho tiempo, y que consistía en condenar a muerte a uno de cada 10 de los desertores.
Ordenó a sus hombres que mataran a golpes a cada uno de los condenados. Como consecuencia de esta medida, nadie más osó violar las órdenes ni pretendió huir del enemigo.
Mientras tanto, Espartaco llegaba a Campania y avanzando más llegó a los alrededores de la ciudad de turi, donde muchos mercaderes aparecieron para obtener el botín tomado por Espartaco.
Necesitado de material para construir armas, prohibió el intercambio comercial por encaje, oro o plata; los esclavos solamente debían aceptar hierro y cobre, materiales necesarios para fabricar armas.
Más tarde Espartaco y su ejército llegaron al mar Tirreno, en la zona de  Calabria.
Aquí entró en contacto con los piratas de Cilicia, quienes prometieron darle una flota para transportar las tropas rebeldes a Sicilia con el fin de hacer de la isla un bastión rebelde inexpugnable. Sin embargo, los romanos se percataron de la intención de Espartaco, por lo que sobornaron a los piratas (hecho posiblemente realizado por el gobernador de Sicilia Verres) y éstos traicionaron a Espartaco.
Craso, habiendo llegado desde el norte, y enterado de que los esclavos trataban de pasar a Sicilia, aprovechó la ocasión para encerrarlos en el extremo sudoccidental de la península itálica.
Con este fin construyó de mar a mar una línea fortificada de unos 65 km, compuesta de un amplio y profundo foso y una valla de cuatro metros y medio de altura. Espartaco intentó forzar el paso una vez sin éxito, pero luego recurrió a una astuta táctica utilizada por Aníbal contra los romanos 144 años antes.
Durante una noche tormentosa reunió todo el ganado que pudo, puso antorchas en sus cuernos y los arrojó hacia la valla. Los romanos se concentraron en el punto a donde se dirigían las antorchas, pero pronto descubrieron, para su sorpresa, que no eran hombres, sino reses. Los esclavos, por su parte cruzaron la valla por otro sector sin ser molestados y regresaron a Lucania (actual  Basilicata), en la parte norte del golfo de Tarento.

El Senado perdió la fe en Craso al ver que no podía vencer a los esclavos. Enviaron entonces al general Cneo Pompeyo, recién llegado a Italia desde  Hispania, donde había reprimido hacía poco la rebelión de Sertorio.
A Licinio Lúculo, lugarteniente de Macedona, se le dio orden de desembarcar con sus tropas en el puerto de Brindiso desde Grecia.
La idea del Senado era cercar a los esclavos desde tres frentes: noroeste (Pompeyo), suroeste (Craso) y este (Lúculo). En total, los romanos sumarían unas 20 legiones (alrededor de 120.000 hombres), de las cuales, las de Pompeyo sobresalían por su valor y moral, ya que regresaban de una campaña victoriosa.
Justo en esta circunstancia peligrosa surgieron otra vez disensiones entre los esclavos. De nuevo los galos y los germanos, al mando de Casto y Gáunico  (unos 30.000 hombres), se separaron de Espartaco y fueron derrotados por Craso.
Si bien al comienzo de la rebelión la separación de un grupo similar no había tenido mayor importancia, ahora la situación era completamente distinta. Cualquier debilitamiento de las fuerzas rebeldes resultaría mortal, puesto que ya no había reserva de esclavos que pudieran unírseles. De esta manera, a Espartaco le quedaron alrededor de 80.000 hombres.
Por fin, Espartaco se acercó a Brindisi. Posiblemente pensó en cruzar el mar Adriático y desembarcar en Grecia o iliria.
Pero realmente no tenía la posibilidad de efectuar este plan, dado que no tenía medios de transporte... ni siquiera había podido atravesar el angosto estrecho de Messina, menos aún podría atravesar el mar Adriático.
Sin embargo, Espartaco quiso hacer la prueba. Al llegar cerca de la ciudad, sus espías le informaron de que Lúculo ya se encontraba en ella. Entonces retrocedió para enfrentarse a Craso y Pompeyo.
En el año 71 a. C., en Apulia, se libró la última batalla (llamada por algunos historiadores batalla del Río Silario).
Antes de la misma le llevaron su caballo a Espartaco, y él lo mató con su espada, diciendo: "La victoria me dará bastantes caballos de entre los enemigos, y si soy derrotado, ya no lo necesitaré." Decidió combatir a pie con todos los demás. Los esclavos, impulsados por el ejemplo de Espartaco, dispuestos a vender cara su derrota y jamás volver a servir a los romanos, pelearon desesperadamente, pero no pudieron resistir la superioridad de las  legiones romanas fogueadas en las campañas de Hispania. 60.000 esclavos, entre ellos Espartaco -quien, herido en una pierna durante la batalla, llegó a luchar de rodillas-, cayeron en la batalla; en cambio los romanos solo perdieron 1.000 hombres. No se pudo localizar el cadáver de Espartaco. Los romanos hicieron 6.000 prisioneros, y decidieron dar al mundo una lección: todos los esclavos prisioneros fueron crucificados a lo largo del tramo de la Vía Apia entre Capua y Roma, separados uno del otro unos 10 m aproximadamente.
Los remanentes de las tropas de Espartaco se dispersaron. Un cierto número de ellos logró huir y se refugió junto a los piratas de Cilicia. Pero los que no lo hicieron fueron sistemáticamente perseguidos: Pompeyo logró destruir a una tropa de 5.000 hombres que se dirigía hacia el norte, tratando de salir de Italia por los Alpes, como era la intención inicial de Espartaco.
Los esclavos rebeldes, como es obvio, tenían la intención de lograr su libertad por la fuerza, acabando de paso con el sistema esclavista romano, al menos en Italia. Si bien ese objetivo no se logró de inmediato, la rebelión de Espartaco, junto con otros factores, contribuyó al desarrollo de una serie de procesos  socio económicos que encontraron eco legal y  que a la larga resultaron en la caída del Roma y el final de la esclavitud como modo de producción predominante en Europa.
Al final de la rebelión encabezada por Espartaco, Italia perdió al menos 100.000 esclavos, con lo que todos los aspectos de la producción sufrieron un fuerte golpe, en especial el sector agrícola, donde muchos latifundios, base fundamental de la economía romana, fueron destruidos. Los propietarios de esclavos, temerosos de nuevas rebeliones, tomaron varias medidas preventivas:
  1. Empezaron a mostrar preferencia por los hijos de sus propios esclavos y que nacían en su casa, pues se los consideraba más fieles que los que eran adquiridos por compra en el mercado; sin embargo, esto no podía satisfacer las necesidades de mano de obra.
  2. Manumitieron (liberaron) a muchos esclavos, lo que contribuyó al incremento de la ciudadanía parasitaria, que sólo vivía de las regalías de los políticos (el famoso Panem et circenses), hecho que terminó agotando a Roma.
  3. Optaron por el sistema de colonato, en el cual asignaban a algunos esclavos pequeñas parcelas de tierra, a cambio de una parte de la cosecha. Teniendo en cuenta que el sistema esclavista convierte el trabajo productivo en una actividad para esclavos, y por lo tanto algo aborrecible para los hombres libres, hemos de concluir que los rendimientos productivos eran de cualquier forma bajísimos, lo que se ve confirmado con fuentes como Columela y Plinio el Viejo.
Todo esto originó una aguda crisis agropecuaria en Italia, que fue extendiéndose a las provincias, y que, aun con todas las medidas que tomaron los emperadores posteriores (entre los que sobresalen Tiberio, Nerva, Trajano y Antonino Pío), nunca pudo resolverse. Como consecuencia se dio un empobrecimiento general de la población, al mismo tiempo que el Estado seguía exigiendo impuestos exorbitantes para satisfacer sus necesidades militares en la lucha contra los bárbaros, quienes, durante la última época de la República y la edad de oro del Imperio (siglos II A.C. - II D.C.) habían constituido para los romanos su fuente principal de esclavos.
Para muchos autores estos sucesos se erigieron como una de las grandes causas de lo que más adelante sería la decadencia del imperio Romano.
Concretamente refieren que finalmente, agotado por completo y debilitada su capacidad de resistencia, el Imperio romano no pudo oponerse eficazmente a las invasiones bárbaras del siglo V, teniendo que aceptar o "alianzas" con algunos invasores bárbaros "federados" para defenderse de otros (como los visigodos de Hispania), o la pérdida de ciertas regiones vitales (como el norte de África, a manos de los vándalos). Esta situación significó de hecho el fin del Imperio romano de Occidente (476 D.C.) y el inicio de la Edad Media en Europa, con un nuevo modo de producción predominante: El feudalismo.

Fuente: http://es.wikipedia.org/wiki/Espartaco

sábado, 2 de abril de 2011

Libro de Armagh

Libro de Armagh es un antiguo manuscrito irlandés del siglo IX. También se lo conoce como Canon de Patricio o Liber Ar(d)machanus y contiene algunos de los más antiguos ejemplos de gaélico escrito o la lengua histórica de los irlandeses. 
Se cree que el mismo perteneció a San Patricio y que, al menos en parte, fue obra de su propio puño y letra. 
Las investigaciones han determinado que por lo menos  una parte, si no todo, del manuscrito fue probablemente obra de un copista llamado Ferdomnach de Armagh (fallecido en 845 o 846). Ferdomnach habría escrito la primera parte del libro en 807 o 808.
El manuscrito consta de 221 folios de tipo pergamino y mide 19,4 por 14,4 cm. El texto está escrito a doble columna, con una delicada escritura insular, como puede apreciarse en la imagen.
El manuscrito contiene cuatro miniaturas, una de ellas con los símbolos de los cuatro Evangelistas. Algunas letras se colorearon en rojo, amarillo, verde o negro y está asociado a una funda de cuero, que se cree es de gran antigüedad.
El manuscrito contiene importantes textos primitivos referidos a san Patricio. Entre ellos se encuentran dos Vidas de San Patricio, una redactada por Muirchu moccu Machtheni y otra por Tirechan. Ambos textos se escribieron en el silo VII. 
El manuscrito contiene también otros trabajos diversos sobre san Patricio, como el Liber Angueli (o Libro del Ángel), en el que un ángel otorga a san Patricio los derechos de primado de Armagh. Algunos de estos textos están escritos en gaélico y son la más antigua muestra de narrativa en prosa en esta lengua. Los únicos textos en irlandés antiguo más antiguos son algunos fragmentos de glosas encontrados en manuscritos en el continente.
El manuscrito contiene también partes significativas del Nuevo Testamento: las Epístolas de San Pablo, la Epístola de Santiago, San Pedro, Juan y Judas, el Libro del Apocalipsis, y los Evangelios de Mateo, Marcos, Lucas y Juan. También hay textos introductorios para las Epístolas de Pablo (la mayoría escritas por Pelagio), las Tablas Canónicas de Eusebio de Cesarea, y la carta de San Jerónimo al Papa Dámaso I. El manuscrito acaba con la Vida de San  Martín de Tours, de Sulpicio Severo. Los textos del Nuevo Testamento están basados en la Vulgata, aunque con las variaciones características de los textos insulares.
Las gentes de la Irlanda medieval daban un gran valor a este manuscrito. Era uno de los símbolos del Arzobispado de Armagh. La custodia del libro era un cargo importante que acabó heredándose en el seno de la familia MacMoyre. Permaneció en las manos de la familia MacMoyre hasta finales del siglo XVII. En 1707 pasó a la familia Brownlow de Lurgan. Permaneció en esta familia hasta 1853, cuando fue vendido a un anticuario irlandés, el dr. Reeves. En ese mismo año, Reeves lo vendió al Primado Anglicano de Irlanda, que lo presentó al Trinity College de Dublín, en donde en la actualidad puede ser encontrado (MS 52).

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domingo, 13 de marzo de 2011

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