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domingo, 16 de enero de 2011

PATRIOTAS ARGENTINOS: MARTINIANO CHILAVERT (1798 - 1852)

VIDA Y OBRA
Nació en Buenos Aires, hijo de un oficial de milicias. Parte de su infancia y juventud transcurren en España, pero regresó al Río de la Plata con su padre en 1812, en la misma fragata Canning que transportaba a José de San Martín y Carlos María de Alvear.
Ingresó al Regimiento de Granaderos de Infantería, obteniendo el grado de subteniente de artillería. Siguió la carrera de Alvear en 1820, uniéndose a la invasión de Buenos Aires por Estanislao López, y luchando en Cañada de la Cruz y en Pavón. Terminó exiliado en Montevideo, de donde regresó en 1821 y renunció al ejército, para completar sus estudios de ingeniería. Fue docente en un colegio secundario y en 1823 participó en la fundación de Bahía Blanca como ingeniero.
 Martiniano Chilavert
Se reincorporó a las armas en 1826 para luchar en la guerra contra el Imperio del Brasil, alcanzando el grado de Sargento Mayor en la artillería. Dirigió una batería sobre el río Paraná y peleó en el regimiento de infantería de Tomás de Iriarte en la campaña al sur del Brasil y en la batalla de Ituzaingó. En noviembre de 1827 impidió una invasión brasileña en la desembocadura del río Salado y participó en la campaña de Fructuoso Rivera a las Misiones Orientales. Allí estaba cuando la revolución de diciembre de 1828, en la que Juan Lavalle derrocó y fusiló a Manuel Dorrego.
Las guerras civiles
Al año siguiente se trasladó a Buenos Aires y fue uno de los jefes de artillería en la derrota de Puente de Márquez. Caído Lavalle, lo siguió al destierro en el Uruguay y en sus campañas en Entre Ríos. Ya para entonces era un decidido unitario, aliado de Ricardo López Jordán (padre), Justo José de Urquiza, y consideraba a Lavalle su jefe natural.
Desde 1836 fue el jefe de artillería de los distintos ejércitos de Fructuoso Rivera en su lucha contra Manuel Oribe, luchando en la derrota de Carpintería, acompañándolo en su exilio en el Brasil y, junto a Lavalle, en la victoria de Palmar. Prestó también algunos servicios diplomáticos frente a los representantes franceses y brasileños.
Aunque estaba alarmado por la dependencia en que se ponían los aliados respecto a Francia, siguió a Lavalle en su invasión a Entre Ríos en julio de 1839, como jefe de estado mayor y de la artillería. Pero Lavalle tuvo muchas discusiones con Chilavert, y terminó acusándolo de indisciplina. Éste pasó a unirse al ejército de Rivera, con el que éste invadió Entre Ríos en 1841. Después de la derrota de Arroyo Grande, se exilió nuevamente en el Brasil.
En su última etapa de exilio, al enterarse de la batalla de Vuelta de Obligado (en que una flota coligada de una entente anglofrancesa ataca el territorio argentino), aunque opositor político decidido a Juan Manuel de Rosas, en abril de 1846 le ofreció sus servicios,
A comienzos de 1847 regresó a Buenos Aires y se dedicó a reorganizar el cuerpo de artillería. Por supuesto, los unitarios lo llamarían traidor. En cartas a Juan Bautista Alberdi y otros prohombres de la oposición, se defendió con energía; pero no pudo convencerlos de seguirlo.
En el conflicto que enfrentó a Rosas con Urquiza y el Imperio del Brasil, dirigió todas las fuerzas de artillería de la Confederación en la batalla de Caseros,[2] haciendo fuego contra el grueso de las tropas invasoras brasileñas hasta agotar la munición. La última resistencia fue la de la artillería de Chilavert y la infantería de Díaz (también unitario).Como se le terminaron las balas, mandó recoger los proyectiles del enemigo que estaban desparramados alrededor suyo y disparó con éstos. Y cuando no hubo nada más que disparar, finalmente la infantería brasileña pudo avanzar... y así terminó la batalla.
Habiendo tenido ocasión de escapar, permaneció sin embargo fumando tranquilamente al pie del cañón hasta que lo llevaron frente a Urquiza. Urquiza ordenó su fusilamiento por la espalda (castigo usualmente aplicado a los traidores), pero cuando lo llevaron sitio de fusilamiento, Chilavert, tras derribar a quienes lo arrastraban, exigió ser fusilado de frente y a cara descubierta. Se defendió a golpes, pero fue ultimado a bayonetazos y golpes de culata. Todas las heridas fueron de frente, pero su cadáver permaneció insepulto varios días. 

Fuente: http://www.todo-argentina.net/biografias/Personajes1/martiniano_chilavert.php

(01) El estruendo de los cañones de Obligado
(02) Chilavert y Alberdi
(10) Fuentes
(11) Artículos relacionados

El estruendo de los cañones de Obligado.
El entrerriano Martiniano Chilavert, amigo de Juan Bautista Alberdi, compartía en principio con éste sus ideas como adversario de Rosas, pero el tronar de los cañones de Obligado repercutirían en sus fibras íntimas de patriota y hombre de honor. En esa época tomó conocimiento del Combate de la Vuelta de Obligado, donde las fuerzas argentinas al mando de Lucio Mansilla y por orden de Juan Manuel de Rosas enfrentaron a la poderosa escuadra anglo-francesa, el 20 de noviembre de 1845, posteriormente declarado “Día de la Soberanía Nacional”. Esto produjo una reacción inmediata en Chilavert quien llegó al convencimiento de los dislates del bando unitario.
El 11 de mayo del año 1846, Chilavert se dirigía desde San Lorenzo (Río Grande) al general Oribe, pidiendo el honor de servir a su patria, en los términos siguientes:
“En todas las posiciones en que el destino me ha colocado, el amor a mi país ha sido el sentimiento más enérgico de mi corazón. Su honor y su dignidad me merecen religioso respeto. Considero el más espantoso crimen llevar contra él las armas del extranjero. Vergüenza y oprobio recogerá el que así proceda; y en su conciencia llevará eternamente un acusador implacable que sin cesar le repetirá: traidor! traidor! Traidor!
Conducido por estas convicciones me reputé desligado del partido al que servía, tan luego como la intervención binaria de la Inglaterra y de la Francia se realizó en los negocios del Plata....Me impuse de las ultrajantes condiciones a que pretenden sujetar a mi país los poderosos interventores, y del modo inicuo como se había tomado su escuadra. Vi también propagadas doctrinas a las que deben sacrificarse el honor y el porvenir de mi país. La disolución misma de su nacionalidad se establece como principio. El cañon de Obligado contestó a tan insolentes provocaciones. Su estruendo resonó en mi corazón. Desde ese instante un solo deseo me anima: el de servir a mi patria en esta lucha de justicia y de gloria para ella. 
Todos los recuerdos de nuestra inmortal revolución, en que fui formado, se agolpan. Si, es mi patria...anunciándose al mundo por esta verdad: existo por mi propia fuerza. Irritada ahora por injustas ofensas acredita que podrá quizás ser vencida, pero que dejará por trofeos una tumba, flotando en un océano de sangre y alumbrada por las llamas de sus lares incendiados.
Lo felicito por su heroica resolución, y oro por la conservación del gobierno que tan dignamente la representa, y para que lo colme del espíritu de sabiduría.
Al ofrecer al gobierno de mi país mis débiles servicios por la benévola mediación de V.E., nada me reservo. Lo único que pido es que se me conceda el más completo y silencioso olvido sobre lo pasado.” 
El general Oribe, con fecha 19 de Diciembre de 1846 contestó a Chilavert, pidiéndole que se traslade a Cerro Largo por razones de seguridad. A principios de 1847 Chilavert se trasladó Buenos Aires y Rosas le encomendó el mando de un cuerpo de artillería.
Chilavert y Alberdi
Reincorporado el entrerriano a la filas federales, en el año 1848 Chilavert le dirige una carta a Juan Bautista Alberdi dándole las razones de su apoyo a Rosas, las que talvez fueran punto de inflexión en el pensamiento del tucumano, que siendo adversario de Rosas terminaría reivindicándolo. 
Buenos Aires, 10 de Mayo (mes de América) de 1848
Sr.. Dr. D. Juan Bautista Alberdi
Valparaiso. 
A tout coeur bien né 
Que la patrié est chére!
Querido amigo:
Con el mayor contento aprovecho el regreso para ese Estado, del caballero Mur, á quien he tenido el gusto de tratar en esta capital, para escribir a ud.; porque en la buena y mala fortuna, mis amigos son siempre mis amigos. ¡Quiera Dios! que en esta ocasión mis palabras sean apreciadas por vd. en su verdadero sentido: as! lo espero. Fío mucho en su buen juicio, en la influencia del tiempo, y de los acontecimientos, que no habrán sido una cosa inútil para vd.
Voy a hablar á vd. con la verdad en los labios y con la patria y la amistad en el corazón. Es lo único que puedo ofrecerle, porque, por desgracia, mi capacidad no está en armonía con los grandes sucesos de la época para describírselos con propiedad y prever las consecuencias que deben surgir de ellos, pero sí, como lo he dicho, le ofrezco sinceridad. Quisiera tener el poder de transportarlo á nuestra querida pátria, para que con su fina penetración juzgase vd. de !u actualidad y del porvenir que le espera, y me atrevo á creer que convendría vd. conmigo en que la primera es grandiosa, fuerte, altamente gloriosa y de uña trascendencia inmensurable para la América, y que estos inapreciables bienes son una garantía Positiva de su futura felicidad; debido todo esto al genio de un grande hombre: ¡El general Rosas! Recuerde vd. que es la primera vez, que me oye clasificar así á un hombre de nuestro país.
Para elevar á la Confederación á este grado de poder, necesario ha sido destruir todos los obstáculos que se oponían sin pararse en medios. Esto es propio del genio cuando marcha a un objeto digno, y que solo él descubre al través del denso velo del porvenir. El profeta de Medina dice: "Dios vé en la noche oscura caminar á la hormiga negra, sobre la piedra negra, y siente el ruido que hacen sus patas al moverse". Reclamo para esta cita toda la tolerancia evangélica de vd. Las previsiones del genio penetran á donde no le es dado penetrar a la generalidad y en su marcha sale siempre de las reglas comunes. La del general Rosas ha sido clasificada de tiránica. Apelo al propio fallo de vd. sobre si los que lo hemos combatido le hemos dado ó no motivos para que nos trate con rigor. ¿Las penas que ha aplicado á sus enemigos no se hallan registradas en todos los códigos de las naciones más civilizadas del orbe? ¿Las leyes inglesas y francesas no imponen al que lleva las armas contra el Estado, á más de la pena capital la de confiscación de bienes? Cosa que no ha hecho el general Rosas. 
Los caracteres distintivos de la tiranía, son: sofocar todo sentimiento noble y generoso, deprimir el carácter nacional y unirse al que trate de humillar al desgraciado pueblo que ella humilla. ¿Obra así el general Rosas? No. Nunca, jamás, el amor á la pátria ha sido ni más enérgico, ni se ha hallado más profundamente radicado en el corazón de los argentinos que en esta época. Dos naciones poderosas prevalidas de su fuerza y de nuestra desgracia atacan nuestra independencia é intentan imponernos condiciones vejatorias y contrarias á los altos intereses y glorias de la confederación. El general Rosas repele esta bárbara agresión. Llama en su auxilio á la nación, la arma, realza su espíritu. Le descubre el secreto de su invencible poder y con el símbolo inmortal de las glorias argentinas en su pujante diestra colocado en el lugar prominente que el destino le ha prefijado lo enseña al mundo diciéndole: "En pié está la heroica nación argentina pronta a resistir, a los temerarios detentadores de sus derechos y resuelta á desaparecer antes que tolerar el más pequeño ultraje ni que se le despoje del más insignificante de sus lauros". ¡Y habrá un pecho que se precie de ser argentino, insensible á la magia de esta sublime y gloriosa situación! Nó, mi amigo, no le hago a vd. ni á ninguno de los argentinos residentes en ese estado, este denigrante ultraje. Sé que su corazón puede palpitar de contento al considerarlo.
¿Por qué, pues, no vienen a tomar una parte en tan honrosa lucha? La puerta está abierta para todos. El general Rosas no excluye a nadie, para todos hay lugar. Es preciso ser generoso y dejar hacer al que sabe hacer. ¿A qué fin empeñarse en perpetuar las desgracias del país? La razón debe guiar siempre todas las operaciones de la vida del hombre. Vd. que tiene influjo sobre muchos de esos jóvenes, hábleles á nombre de la patria; estoy seguro que sus palabras serán oídas.
Siento sobre manera que el mal estado de mi salud no me permita escribir á vd. como deseo. Hágame la gracia de pasarle esta carta á mi amigo Juan M. Gutiérrez y dígale que es contestaci6n á la que me dejó á su partida del Río Grande y que le ruego me escriba. Le deseo á vd. mil felicidades y que disponga de la voluntad de su siempre amigo. 
Q.B.S.M. Martiniano Chilavert 
Alberdi, en un comienzo enemigo de Rosas, comprende finalmente su error y trata de enmendarlo. Una verdadera honestidad intelectual de este hombre singular, que reconoce los méritos de su viejo adversario, sin rencores ni pasiones: "Yo combatí su gobierno. Lo recuerdo con disgusto”. (Ver: Rosas y Alberdi )
En 1851, Chilavert tenía el comando del Regimiento de artillería ligera federal. En octubre de ese año, con muchos otros jefes, reiteró su adhesión al Gobierno. Tuvo destacada y heroica actuación en la batalla Caseros, luego de la cual fue fusilado injustificadamente por Urquiza. (Ver la actuación de Chilavert en la batalla de Caseros, y los fusilamientos
Fuentes:
- Irazusta, Julio: Vida política de Juan Manuel de Rosas.t.VI.p.164.166
- Alberdi, Juan Bautista. Escritos póstumos.t.XV.p.738.Bs.As.1900
- La Gazeta Federal
www.lagazeta.com.ar

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Puede ver más artículos sobre Rosas en El Restaurador de Las Leyes

Fuente: www.lagazeta.com.ar

Finalmente recomendamos la lectura de la obra del recientemente desaparecido historiador revisionista argentino Francisco Hipólito Uzal (1913-2009): "El fusilado de Caseros. La gloria trágica de Martiniano Chilavert". Dicho libro se publicó en 1974 editorial La Bastilla, y consta de 505 páginas.

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